jueves, 24 de abril de 2008

¡Hasta aquí hemos llegado!

Abrió los ojos y observó la tapa de su ataúd, y el terciopelo morado que tan suavemente solía acariciarlo le arañaba esta vez la piel. Su capa, típica, clásica, y obligatoria para los de su categoría le ahogaba. El cuello picudo y almidonado rozaba con sus orejas y le resultaba insoportable.

En cuanto despertó sintió una sed insaciable era...sed de agua, deseaba beber agua fría, lavarse la cara, sentir el frío en los pulmones. Esa idea le causó miedo y terror, se encontró a sí mismo desconcertado y aturdido por ese deseo. Empujó la tapa, era de día, estiró sus brazos y salió con cuidado. Al incorporarse se despojó de todos los atuendos que llevaba por obligación. Giró un espejo que se apoyaba contra la pared y se encontró sorprendentemente aceptable, un poco pálido quizá.

Dio apenas unos pasos vacilantes hacia la entrada de la cripta, descorrió el cerrojo viejo y chirriante y dudó. Tras algunos minutos pensando, decidió echarle cojones y tiró súbitamente de la sólida puerta de madera. Una ola de luz solar baño su cuerpo desnudo y se sintió bien...muy bien.

Al fin y al cabo, no era tan vampiro como los demás le habían hecho creer. Se alegró de dar el salto y cambiar las reglas del juego. No tenía porqué haber nada prefijado...nadie tenía porqué prefijarle nada.

viernes, 11 de abril de 2008

En estado ingrávido

Es más fácil asociar tierra seca y vid a un manchego, que medusas, pepinos de mar, corales, esponjas y pastinacas (sí, vi una alrededor de mis pies). Sin embargo, e independientemente de la geografía y el cariz del terruño en el que uno vive, nadie es capaz de elegir las cosas que más le llenan.

Hasta qué punto tiene uno culpa de lo que le dicta la víscera.

En mi caso, me gusta luchar contra el principio de Arquímedes para asirme a cualquier roca bajo el agua que me permita disfrutar de un espectáculo desconocido para casi todos. Cuando uno esta ahí abajo observando o siendo observado por miles de ojos curiosos, desearía que la respiración fuera sólo un hábito casual, como rascarse o mirar la hora. Sin embargo estamos obligados a subir para descubrir un marco totalmente nuevo en el siguiente descenso.
Os presento aquí algunas fotos que tomé con mi cámara acuática (de carrete, de ahí su escasa calidad). No podréis imaginar nunca la diferencia que hay entre lo que veréis y lo que vi. La zona es Cala Higuera, en San José (Cabo de Gata, Almería)

Más que la falta de aire, el silencio atronador te quita la respiración.

miércoles, 9 de abril de 2008

Cuentas infinitas

Cuando uno en su juventud estudia las sencillas formulas de la fuerza, la aceleración, la velocidad, la atracción entre masas, etc. se queja y maldice las mentes preclaras que las idearon mucho tiempo atrás. Que si no cambié de unidades, que si dividí mal, que calculé la trayectoria en función de la altura, que no sabía que era un vector deslizante...y miles son las excusas (a cual más ridícula) de porque no salen las cuentas.
Sin embargo, uno tampoco se da cuenta de que esas cuentas se suceden invariablemente y de forma continuada a nuestro alrededor, sin fallar nunca y con resultados tan exactos que apenas pueden concebirse.
Perico Universo, hombre viejo y vetusto, llegó a la Administración Universal cuando por orden de alguien que no viene al cuento se puso donde se puso este universo tridimensional en el que vagamos a nuestras anchas (vagamos por donde podemos). D. Universo era un hombre ducho en las matemáticas, la física y la química, aunque de muy de allá para cuando escribía mensajes ininteligibles que lanzaba al espacio en código que todavía ninguna civilización ha conseguido ni reconocer.
D. Universo tenía la ardua tarea de llevar a cabo todas las operaciones y cálculos necesarios para que el universo funcionara día a día, y sus labores se extendían desde fenómenos cuánticos hasta fenómenos estelares de dimensiones intergalacticas. Lo mismo calculaba la fuerza con que pulsamos las teclas de nuestros teclados, como calculaba un instante después el atractor extraño que regía la trayectoria de la fractura que hacía desplomarse los edificios o decidía si una estrella sería un agujero negro, o una enana blanca, o moriría formando conmovedores cúmulos planetarios.
D. Universo no paraba un segundo con sus tejemanejes, y a veces se lamentaba si su vida no sería más sencilla en un universo con menos dimensiones, una cosa más tranquila, como el que dice "una jornada de 9:00 a 15:00", sin embargo su trabajo le apasionaba. A lo largo del día universal, del que todavía no había llegado la noche ni una sola vez, D. Universo solía tomarse ratos de asueto para deleitarse (tan ínfimos que la interrupción de sus labores no interrumpían el latido del Universo tridimensional). En estos ratos observaba la lluvia caer, y creaba perturbaciones atmosféricas (tocando unas ecuaciones diferenciales que sólo el conocía) para dar formas preciosas a las gotas que caían, y lejos de ser formas perfectas, lágrimas idealizadas, las gotas sufrían en su delicada superficie las inclemencias inventadas adrede y por un instante, planeaban y se dejaban caer con gracia sobre aquellos que todavía disfrutan de esta fenómeno sin paraguas. En otras ocasiones, D. Universo truncaba ciertos parámetros para hacer cristales de nieve, e inventaba infinitas formas para para copo, y hasta hoy nunca repitió una forma.
En una ocasión se permitió el lujo de empujar una mariposa hacia el sur de África para poder crear el vendaval adecuado que levantara, 3 meses después, la falda oscura de una preciosa joven que paseaba por Ciudad Real durante un Jueves de fiesta. Además de unos cálculos muy complejos que le llevaron 20 centésimas de segundo, su broma le costó una reprimenda de instancias superiores...y aunque se disculpo por un tiempo limitado, en el fondo supo que mereció la pena todo el tiempo invertido y la visión perfecta.
Sólo una cosa causaba desazón en el corazón de D. Universo, y es que no sabía donde estaba encerrado, conocía las dimensiones de su despacho (que a cada momento le ampliaban para que tuviera más comodidad y almacenara los resultados de sus cálculos), pero no sabía hasta donde tenía que seguir expandiendo el universo, no sabía cuando parar...y en el fondo no lo necesitaba, pero con frecuencia recordaba la frase "podría vivir en una cascara de nuez y creerme el señor de un espacio infinito". No sabía dentro de qué se movían los dominios que le habían adjudicado, y temía que en algún momento su universo tridimensional chocaría con algo y...Sólo podía pensar en un bizcocho con demasiada levadura para un molde tan pequeño, y sentía miedo...un miedo y un vacío infinito...
Tras un café de años-luz, D. Universo decidió que si en varios millones de años no averiguaba donde estaba, reuniría toda la materia oscura y frenaría el crecimiento del universo tridimensional por miedo a romper la caja que lo contenía. Y quedó satisfecho...pero eso ya lo hará cuando sea el momento adecuado.

jueves, 3 de abril de 2008

Indiferente hasta la muerte

Era una de esas tardes tras los exámenes del primer cuatrimestre en las que tienes todo el tiempo del mundo, en las que bien aburrirse o hacer ventanas con palillos resulta un placer. Podría haber limpiado el suelo sucio de mi piso de estudiante, pero hoy no me toca.
Me encontraba yo sentado en un viejo tresillo (adornado con un pañito de esos que hacen las madres y las abuelas), y me sentía algo taciturno porque aquella mañana me había dejado mi novia de hacia mes y medio...el amor de mi vida. Sinceramente me sentía más molesto porque llevaba toda la tarde jugando a la consola y estaba atascado en una puta trampa de la que no conseguía salir. Llamaron a la puerta. Con desgana pulso el "pause" y busco la pantufla debajo del sofá. Rascándome las barbas (luengas por dejadez) me dirijo a la puerta, acerco el ojo a la mirilla...¡coño, La Muerte!
Al abrir la puerta, una muerte muy bien ajada con guadaña reluciente me saludo con una educación exquisita. Aunque los ojos quedaban bien ocultos tras una capucha negra, pude adivinar un mentón huesudo que apenas se movía al hablar.

- Perdona, busco a Felipe, ¿esta en casa?, tiene que venirse conmigo.
- Pues no, pero pasa y te sientas un rato...¿qué bebes?
- No se, hoy ando con mal cuerpo, pero si tienes absenta te agradecería medio vasito.
- ...marchando, aunque es del 24 horas.

Yo sigo con mi partida, aun más cabreado que antes porque sigo atascado y sin saber cómo salir. La Muerte, cruzada elegantemente de piernas, se entretiene con una revista de humor de otros inquilinos que nunca llegamos a tirar. En ese momento entra mi compañero por la puerta, y le saludo animosamente "hola Felipe!!, coge el otro mando y échame una mano", mi compañero me mira extrañado sin saludar nuestro invitado. Aquella Muerte que disfrutaba del humor de unas páginas gastadas por el tiempo se levanto en silencio, pero rápido. Un movimiento maestro con su guadaña y tenía la cabeza de mi compañero en su mano izquierda, el cuerpo apoyado en la pared apenas se mantenía en unas piernas a las que abandonaba la vida con rapidez.

- Bueno tío, yo casi que me voy -dijo La Muerte metiendo la cabeza en un saco aterciopelado, y echándose el cuerpo al hombro-, gracias por el trago.
- Nada, cierra al salir. A ver si tardamos mucho en vernos.

Ambos nos reímos. Sin pizca de conmiseración continuo jugando. Mi NIF dice que me llamo Felipe pero yo se perfectamente con quien se había ido mi exnovia ahora...y con quien llevaba 2 semanas. Me ducho, me afeito y cojo las llaves...mierda, ya se como pasarme la puta pantalla. Mañana lo intento de nuevo, esta noche he quedado.