miércoles, 9 de abril de 2008

Cuentas infinitas

Cuando uno en su juventud estudia las sencillas formulas de la fuerza, la aceleración, la velocidad, la atracción entre masas, etc. se queja y maldice las mentes preclaras que las idearon mucho tiempo atrás. Que si no cambié de unidades, que si dividí mal, que calculé la trayectoria en función de la altura, que no sabía que era un vector deslizante...y miles son las excusas (a cual más ridícula) de porque no salen las cuentas.
Sin embargo, uno tampoco se da cuenta de que esas cuentas se suceden invariablemente y de forma continuada a nuestro alrededor, sin fallar nunca y con resultados tan exactos que apenas pueden concebirse.
Perico Universo, hombre viejo y vetusto, llegó a la Administración Universal cuando por orden de alguien que no viene al cuento se puso donde se puso este universo tridimensional en el que vagamos a nuestras anchas (vagamos por donde podemos). D. Universo era un hombre ducho en las matemáticas, la física y la química, aunque de muy de allá para cuando escribía mensajes ininteligibles que lanzaba al espacio en código que todavía ninguna civilización ha conseguido ni reconocer.
D. Universo tenía la ardua tarea de llevar a cabo todas las operaciones y cálculos necesarios para que el universo funcionara día a día, y sus labores se extendían desde fenómenos cuánticos hasta fenómenos estelares de dimensiones intergalacticas. Lo mismo calculaba la fuerza con que pulsamos las teclas de nuestros teclados, como calculaba un instante después el atractor extraño que regía la trayectoria de la fractura que hacía desplomarse los edificios o decidía si una estrella sería un agujero negro, o una enana blanca, o moriría formando conmovedores cúmulos planetarios.
D. Universo no paraba un segundo con sus tejemanejes, y a veces se lamentaba si su vida no sería más sencilla en un universo con menos dimensiones, una cosa más tranquila, como el que dice "una jornada de 9:00 a 15:00", sin embargo su trabajo le apasionaba. A lo largo del día universal, del que todavía no había llegado la noche ni una sola vez, D. Universo solía tomarse ratos de asueto para deleitarse (tan ínfimos que la interrupción de sus labores no interrumpían el latido del Universo tridimensional). En estos ratos observaba la lluvia caer, y creaba perturbaciones atmosféricas (tocando unas ecuaciones diferenciales que sólo el conocía) para dar formas preciosas a las gotas que caían, y lejos de ser formas perfectas, lágrimas idealizadas, las gotas sufrían en su delicada superficie las inclemencias inventadas adrede y por un instante, planeaban y se dejaban caer con gracia sobre aquellos que todavía disfrutan de esta fenómeno sin paraguas. En otras ocasiones, D. Universo truncaba ciertos parámetros para hacer cristales de nieve, e inventaba infinitas formas para para copo, y hasta hoy nunca repitió una forma.
En una ocasión se permitió el lujo de empujar una mariposa hacia el sur de África para poder crear el vendaval adecuado que levantara, 3 meses después, la falda oscura de una preciosa joven que paseaba por Ciudad Real durante un Jueves de fiesta. Además de unos cálculos muy complejos que le llevaron 20 centésimas de segundo, su broma le costó una reprimenda de instancias superiores...y aunque se disculpo por un tiempo limitado, en el fondo supo que mereció la pena todo el tiempo invertido y la visión perfecta.
Sólo una cosa causaba desazón en el corazón de D. Universo, y es que no sabía donde estaba encerrado, conocía las dimensiones de su despacho (que a cada momento le ampliaban para que tuviera más comodidad y almacenara los resultados de sus cálculos), pero no sabía hasta donde tenía que seguir expandiendo el universo, no sabía cuando parar...y en el fondo no lo necesitaba, pero con frecuencia recordaba la frase "podría vivir en una cascara de nuez y creerme el señor de un espacio infinito". No sabía dentro de qué se movían los dominios que le habían adjudicado, y temía que en algún momento su universo tridimensional chocaría con algo y...Sólo podía pensar en un bizcocho con demasiada levadura para un molde tan pequeño, y sentía miedo...un miedo y un vacío infinito...
Tras un café de años-luz, D. Universo decidió que si en varios millones de años no averiguaba donde estaba, reuniría toda la materia oscura y frenaría el crecimiento del universo tridimensional por miedo a romper la caja que lo contenía. Y quedó satisfecho...pero eso ya lo hará cuando sea el momento adecuado.

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