lunes, 16 de marzo de 2009

Las velas, solas se apagan

Al final, volvió a escuchar todas aquellas canciones que tenía prohibidas desde hacía muchos meses. Y como las historias no pueden reescribirse, porque la rubrica del autor cierra toda posibilidad de cambio, decidió iniciar un segundo volumen en el que tapar todos y cada uno de los agujeros de avestruz donde en alguna ocasión metió la cabeza en busca de un camino a Oz (sin caer que por donde a duras penas entra la cabeza, nunca entrará el cuerpo).

Y comenzó así…”En derribando el muro que se alzaba infinito…”