Homer, se volvió triste y taciturno en general, melancólico y meditabundo a ratos tras perder a Marge. Pensaba más de la cuenta y observaba con descaro, aun a riesgo de ser vapuleado por alguien que no entendiera su sana intención de entender los gestos y los pensamientos de la gente.
Cierta noche, tras haber pasado toda la tarde sentado en una hamaca que tenía desde hacía meses en su descuidado jardín, cogió a la pequeña Maggie en su regazo y decidió pedirle consejo sobre una teoría que acababa de desarrollar. Aunque recién (y a la fuerza) destetada, Maggie encerraba una gran inteligencia, y la tristeza del rostro de su padre le bastó para entender que lo que le iba a contar era importante, y así descansó quieta en sus brazos, preparada a escuchar y sin mover su chupete (que podía resultar escandaloso si se lo proponía).
Maggie – comenzó Homer- ¿tú sabes que las personas somos como los embalses? Si no recuerdo mal, hace unos años tuvimos sequía, faltaba el agua, las piscinas eran sólo un recuerdo y tus hermanos mayores no sabían ni para que servían esos huecos en el suelo, ya que en su corta vida nunca los habían visto llenos. En esos momentos, cualquier gota que caía del cielo era recogida con avidez, era cuidada del sol y su calor, era reconducida hacia un lugar seguro y atesorada con cariño…cada gota era valiosa, y se mimaba como el mayor de los tesoros, y se miraba con dulzura, y la lluvia justa para vivir era agradecida y valorada. Los embalses vacíos recogían herméticamente los hilos de agua de los afluentes que morían en ellos.
Pero el año que naciste tú comenzó a llover, la gente enloqueció de frenesí por recibir con tanta abundancia el bien del que carecía…todo era de puto color rosa. Los embalses se comenzaron a llenar, y la gente los miraba con admiración, miraban al cielo esperando más…exigiendo más…y los embalses se llenaron…
Cuando al agua no fue un bien escaso, las piscinas se cambiaban todas las semanas, los grifos no se cerraban, los embalses rebosaban el agua sobrante, que se vertía en el desierto y se perdía para siempre…- Homer hizo un silencio en parte exigido por la extraña mirada de Maggie, que aunque entendía perfectamente la metáfora hidráulica, no llegaba a percibir el trasfondo de todo aquello. Los embalses se habían llenado pronto, los embalses no estaban preparados para recibir tanto, y desperdiciaban lo que se consideraba sobrante con desdén, faltos de una memoria que les recordara lo que unos meses atrás tanto necesitaban y no se les daba.
Maggie, cuando des algo que la gente no tiene, como atención, cariño, admiración…amor…serás querida y requerida por eso. Pero cuando la gente no lo necesite, lo tirará en lugar de valorarlo, lo desperdiciará en lugar de reconducirlo. Ignorará tus atenciones y tus propias necesidades por creerse repletas desde siempre…y tú te sentirás como una nube que queriendo soltar millones de litros de agua fresca, ve que toda ella se va a perder en un desierto donde solo una abrasadora arena la recibirá.
…en ese momento, Maggie quedó conmovida por la conclusión de su padre, y sintiendo que aquel hombre necesitaba algo urgentemente, procedió a decir sus primeras palabras…
Homer –inició Maggie ante la mirada atónita de Homer-, en una ocasión en la que mamá me llevaba en el carrito, distinguí una frase que Lenny…o Mod Flanders dijo, no estoy segura…pero era algo así como “Marge, las oportunidades nunca se pierden, otro las aprovecha”
Entre incredulidad y admiración, Homer sólo acertó a decir "Cierto hija…por cierto, dime papá".
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