martes, 20 de enero de 2015

Los Surcos de la Memoria

Pasó el dedo indice por los surcos que el bolígrafo trazó otrora, y que ahora son sólo palabras desgastadas. Aquella nota volvió a ser tan familiar por un instante.... Nunca tuvo que haber perdido de vista aquellos deseos escritos, aquellas intenciones, aquel dibujo.

Durante años lo arrastro como marca páginas, libro tras libro... y ahora eran sólo trozos de papel rotos en una bolsa con facturas.

Siempre estás a tiempo, hasta que no lo estás. Esa sensación de perder sin poder recuperar era terrible, lloro y pataleta, grito caprichoso, angustia sin medida y sueños rotos.

El trazo del bolígrafo se volvió cortante, hiriente, profundo e infinito, un abismo del cual brotaron recuerdos que creía extintos, canciones que se prohibió hace tanto...quería que se la devolvieran...y se dio cuenta que ese sentimiento era tan inútil como cavar su tumba en el frío asfalto por el que se encontraba andando, con su nota en una mano dormida por tanto apretarla, por intentar retener lo último que de ella le quedaba.

Pasó de nuevo el dedo por una palabra cortada que quedaba en uno de los trozos de papel...pensó que nadie caía, casi nunca, en lo profundo que puede llegar a ser el trazo de un bolígrafo...si eres capaz de percibirlo es que has perdido mucho. Si su tacto te recuerda tanto, es que aun no has terminado de perder, tu caída no ha tocado fondo. Las palabras débilmente marcadas le llevaron al origen, y comprendió que su fantasma seguía ahí.

Paso el dedo indice por última vez por las pocas letras que le quedan a los restos de aquel improvisado marcapáginas...y lo volvió a ver completo. Volvió a ver cómo se dibujaban por primera vez los trazos perfectos, volvió a la oler la cena de aquella noche en la que una servilleta inmortalizó dos vidas, el vino que manchó el primer libro donde la servilleta vivió por meses, volvió a escuchar la melodía que bailaron sin moverse, y sintió la danza sin música que siguió después...

...y de tanto pasar su dedo índice por por los trozos de papel se perdieron los surcos del bolígrafo,  se desdibujaron, se gastaron. Y como los surcos de un viejo disco de vinilo que se han rallado por un descuido, su vida quedó condenada a recordar aquella canción por siempre jamas, tocando una y otra vez aquel momento en el que lo único que quedó fue aquel papel, olvidado en un libro y condenándolo a recordar los pasos que alejaban a la que tanto le deseó con tan pocas palabras.